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¿Qué Hacemos los Cristianos con Halloween?

  • Foto del escritor: Jesús Zabaleta
    Jesús Zabaleta
  • 30 oct
  • 3 Min. de lectura

Introducción pastoral

Octubre siempre nos invita a reflexionar sobre la tensión entre la fe y la cultura.

En medio de luces, disfraces y celebraciones, los cristianos somos llamados a pensar con discernimiento y vivir con propósito.


Este artículo no busca juzgar costumbres ni imponer reglas, sino ayudar a las familias de fe a mirar estos tiempos con ojos espirituales, recordando que estamos llamados a ser luz en medio de cualquier sombra.


Entre la cultura y la fe

Cada año, al llegar octubre, muchas familias enfrentan la misma pregunta:


“¿Qué hacemos con Halloween?”

Las calles se llenan de disfraces, máscaras, calabazas y figuras que exaltan lo oscuro. Algunos lo ven como un juego inofensivo; otros, como una amenaza espiritual. Pero el verdadero dilema no está solo en la fecha, sino en el corazón con que la iglesia responde a su cultura.


No podemos vivir asustados por el mundo, pero tampoco tan cómodos en él que olvidemos a quién pertenecemos.


La tensión entre la luz y las tinieblas

La Biblia no habla de Halloween, pero sí habla mucho sobre la luz y las tinieblas, sobre la santidad y el discernimiento.


Efesios 5:8 nos recuerda:

“Antes ustedes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor; vivan como hijos de luz.”



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Este llamado no es a escondernos, sino a vivir de forma diferente.

Lo oscuro no se vence huyendo, sino encendiendo una lámpara.

Lo demoníaco no se derrota con miedo, sino con autoridad espiritual y presencia de Cristo.


Celebrar sin discernimiento es peligroso. Pero condenar sin amor también puede serlo.

La sabiduría del creyente no está en su aislamiento, sino en su capacidad de brillar en medio de las sombras.


Tres maneras de responder

En la práctica, los cristianos suelen ubicarse en tres posturas distintas ante Halloween:


  1. La separación total.

    Algunos creyentes deciden no participar en absoluto. Cierran sus luces, oran en familia y usan la noche como tiempo de consagración. No lo hacen por miedo, sino por convicción. Y esa convicción debe ser respetada.


  2. La participación sin discernimiento.

    Otros lo ven como una simple diversión y se mezclan con las celebraciones sin pensar en su significado. El riesgo aquí es diluir el testimonio: lo que hoy parece inofensivo, mañana puede normalizar lo que Dios llama tinieblas.


  3. La redención de la fecha.

    Hay quienes ven en esta noche una oportunidad para redimir el tiempo: abrir sus puertas, ofrecer dulces con mensajes bíblicos, organizar “noches de luz” o eventos de cosecha, y usar la ocasión para mostrar el amor de Cristo en el vecindario.


Ninguna de estas opciones es válida sin oración.

La diferencia no está en la actividad, sino en la intención espiritual con que se hace.


El criterio del Reino

El apóstol Pablo nos da un principio que aplica a todo lo que el mundo celebra:

“Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).


Eso significa que antes de decidir qué hacer, debemos preguntarnos:


  • ¿Esto glorifica a Cristo o lo banaliza?

  • ¿Conduce a otros a la luz o los confunde?

  • ¿Me une más al mundo o me afirma en el Reino?


El cristiano no debe actuar por costumbre, sino por convicción formada en la Palabra.


Formando discernimiento en casa

Halloween puede ser una excusa más para el consumo o el miedo, pero también puede ser una oportunidad para educar espiritualmente a nuestros hijos.

No basta con decirles “no participes”; hay que enseñarles por qué y cómo distinguir entre lo que agrada a Dios y lo que lo ofende.


Una familia madura no reacciona con temor, sino con enseñanza.

Puede reunirse esa noche para orar, reflexionar sobre la victoria de Cristo sobre las tinieblas, o incluso compartir con los vecinos desde una postura de luz.


La meta no es criar hijos temerosos del mundo, sino hijos firmes en su fe.


Vivir como portadores de luz

En última instancia, la pregunta no es “¿celebramos o no Halloween?”, sino:


“¿Estamos viviendo como hijos de luz en medio de una generación que ama las sombras?”


La oscuridad no necesita nuestra aprobación para existir, pero sí necesita nuestra ausencia para dominar.

Cuando la Iglesia se apaga, el mundo se oscurece.

Pero cuando la Iglesia brilla, hasta la noche más oscura se vuelve oportunidad para la gracia.


A manera de conclusión

No hay mandato bíblico sobre Halloween, pero sí hay un principio eterno:


“No participen en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien denúncienlas” (Efesios 5:11).


Denunciarlas no significa esconderse, sino vivir de tal manera que la luz misma desenmascare lo oscuro.


Así que no temas el 31 de octubre.

Solo asegúrate de que, ese día —y todos los demás—, el mundo pueda ver en ti la diferencia entre la oscuridad y la luz.

 
 
 

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