top of page

Si el pastor cuida de las ovejas, ¿quién cuida del pastor?

  • Foto del escritor: Jesús Zabaleta
    Jesús Zabaleta
  • 18 oct
  • 4 Min. de lectura

En varios países, octubre se conoce como el Mes de Apreciación Pastoral. En algunas iglesias, esta temporada es una oportunidad para expresar gratitud a quienes nos enseñan, nos guían y oran por nosotros. En otras, este énfasis pasa desapercibido, no por falta de cariño, sino por falta de costumbre o conciencia.


No escribo estas líneas desde la queja ni con ánimo de reclamo. Lo hago como alguien que ama la iglesia y cree profundamente en el poder del cuidado mutuo. Porque hay una pregunta que no deja de rondar mi mente:


Si el pastor cuida de las ovejas, ¿quién cuida del pastor?



ree

Una vocación hermosa, pero exigente

El pastor es maestro, consejero, líder espiritual, amigo, mentor, intercesor… y muchas veces, todo eso al mismo tiempo. Está presente en los nacimientos, en las bodas, en las despedidas. Es quien ora cuando hay enfermedad, quien escucha cuando hay dolor, y quien predica incluso cuando su propio corazón está cansado.

Como dice Pablo en Efesios 4:11–12:

“Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.”

Pero, ¿quién edifica al edificador? ¿Quién levanta al que está siempre levantando a otros?


Una realidad que no siempre se ve

En muchos contextos, hablar de las cargas del pastor sigue siendo un tabú. A veces se piensa que si lo hace, es porque le falta fe. Otras veces, él mismo se lo impide por vergüenza, por temor al qué dirán, o por la falsa idea de que ser pastor es sinónimo de no tener debilidades.

Un estudio hecho por Lifeway Research en Estados Unidos reveló que:


  • El 38% de los pastores ha considerado renunciar al ministerio por estrés, agotamiento o desánimo.

  • Un 70% admite luchar con sentimientos de soledad, depresión y fracaso.


Y eso es en un país donde hay más recursos, redes de apoyo y programas de formación. ¿Cuánto más en nuestros países latinoamericanos, donde la vocación pastoral suele vivirse con muy pocos medios, muchas demandas y sin espacios seguros?


Recuerdo haber visitado a un pastor que vivía con su familia en condiciones muy humildes. No lo sabíamos, porque nunca dijo nada. Lo hacía por dignidad, por no incomodar, por temor a que lo vieran como una carga. Y mientras tanto, servía con todo su corazón.

Eso me marcó. Y me dejó una pregunta clavada: ¿Qué pasaría si su comunidad supiera? ¿Cómo cambiaría la historia si no tuviera que callar?


Cinco formas reales de cuidar a quienes nos cuidan


1. Agradecimiento sencillo, pero sincero

Un mensaje, una oración, una palabra de aliento, un gesto de afecto… No se necesita algo costoso para mostrar aprecio. A veces, un “gracias por tu vida” dicho a tiempo es como agua fresca para un corazón agotado.

“El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta.”— Mateo 10:41

2. Permitir el descanso sin culpa

Muchos pastores sienten que tomarse un día libre es casi un lujo. La verdad es que lo necesitan. Como iglesia, podemos:

  • Animarlos a descansar.

  • Ayudarles a establecer límites saludables.

  • Cubrirles en algunas tareas para que tengan respiros reales.

Una iglesia saludable cuida a su pastor no solo con palabras, sino con acciones que le permiten seguir sirviendo sin quemarse.


3. Actos concretos de cuidado

¿Por qué no organizar una jornada de ayuda al pastor? Un grupo que lo visite, lo bendiga con alimentos, repare algo en su casa, o simplemente le haga compañía. No para “dar lástima”, sino para mostrar amor genuino.

Se puede hacer una o varias veces al año. Y lo más importante: sin que él tenga que pedirlo.

Estos gestos no solo alivian cargas; también rompen la barrera de la vergüenza y fortalecen los lazos como comunidad.


4. Fomentar relaciones sanas de apoyo

Todo pastor necesita alguien con quien hablar sin filtros. Un mentor, un consejero cristiano, un amigo que no lo vea solo como líder, sino como persona. Animemos a nuestros pastores a tener esos espacios, sin estigmas, y sin verlos como una señal de debilidad.

“Lleven los unos las cargas de los otros, y así cumplirán la ley de Cristo.”— Gálatas 6:2

5. Redes de apoyo entre pastores

Un solo pastor aislado es más vulnerable al desgaste y al desánimo. Pero cuando se forman redes fraternas entre pastores, algo hermoso sucede: se comparte la carga, se intercambian experiencias, se ora unos por otros, y se recuerda que no estamos solos en esta jornada.

No tiene que ser algo formal ni estructurado. A veces basta con tres o cuatro colegas que se reúnan periódicamente, se llamen, se escuchen y se animen mutuamente.

La pastoral no se vive bien en soledad. El compañerismo entre pastores no solo fortalece al individuo, sino que bendice a toda la iglesia.


No olvidemos quién es el Buen Pastor


Al final, todos somos ovejas del mismo rebaño. Todos necesitamos del cuidado del Pastor por excelencia.

“El Señor es mi pastor, nada me faltará…”— Salmo 23:1

Pero Dios también usa a su iglesia para cuidar a quienes cuidan. No se trata de idolatrar a nadie. Se trata de amar de forma práctica y vivir como cuerpo, donde cada miembro se preocupa por el otro.


Para pensar y actuar


Tal vez nunca se ha hablado de este tema en tu congregación. Tal vez tú mismo eres pastor y te has sentido solo. Este artículo no busca culpables, pero sí quiere levantar conciencia: podemos hacerlo mejor.


Podemos ser iglesias que no solo reciben, sino que también acompañan. Iglesias donde los pastores no llevan la carga solos. Iglesias donde el cuidado es mutuo, constante y verdadero.

Porque cuidar al pastor no es una campaña del mes.Es un reflejo del corazón de Cristo.Y es responsabilidad de todos.

Comentarios


bottom of page