El cuidado de predicar con ayuda de la Inteligencia Artificial
- Jesús Zabaleta

- 16 oct
- 3 Min. de lectura
Vivimos un tiempo en el que la Inteligencia Artificial (IA) está revolucionando la forma en que estudiamos, escribimos, investigamos y nos comunicamos.
Y aunque esta tecnología puede ser una gran herramienta de apoyo, también está abriendo una puerta peligrosa dentro del ministerio: la tentación de dejar que la IA predique por nosotros.
En los últimos meses he escuchado sermones que suenan impecables: frases perfectas, estructuras simétricas, citas precisas.

Pero, aunque suenan bien al oído, no tocan el corazón.
Y me he preguntado: ¿es posible que muchos mensajes de hoy estén siendo escritos por una máquina más que por un hombre quebrantado ante Dios?
1. La IA puede generar palabras, pero no presencia
Una inteligencia artificial puede producir oraciones hermosas, bien hiladas y hasta teológicamente correctas.
Puede escribir sobre Cristo, citar pasajes bíblicos y construir una exposición lógica.
Pero hay algo que ningún algoritmo puede hacer:
orar, llorar, esperar, ni ser confrontado por la Palabra.
La IA puede generar contenido, pero solo el Espíritu Santo puede dar vida al mensaje.
Lo que da poder a la predicación no es la calidad de la redacción, sino la presencia viva de Dios obrando a través del mensajero.
“El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”
(Juan 6:63)
Un mensaje sin altar puede sonar profundo, pero no transforma.
Puede emocionar, pero no edifica.
Solo el Espíritu puede dar vida a las palabras.
2. El riesgo de sustituir el proceso pastoral
La IA es rápida, eficiente y disponible 24 horas.
Pero el proceso de un sermón verdadero no es instantáneo.
Predicar es dejar que Dios trabaje primero en el corazón del mensajero antes de hablar al corazón del pueblo.
Una máquina puede producir una homilía en segundos, pero no puede producir el trato de Dios con el predicador.
Y ese trato —el fuego, la espera, la lucha interior— es precisamente lo que convierte un texto en una palabra viva.
Cuando el predicador usa un mensaje que no ha pasado por su propio proceso espiritual, corre el riesgo de ofrecer una palabra ajena, sin “rostro”, sin lágrimas, sin historia.
3. Tecnología útil, pero nunca sustituto del Espíritu
No se trata de satanizar la tecnología.
La IA puede ayudar a ordenar ideas, a buscar referencias o a mejorar la redacción.
Pero el problema empieza cuando dejamos que reemplace nuestra dependencia del Espíritu Santo.
El apóstol Pablo lo dijo con claridad:
“Mi palabra y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.”
(1 Corintios 2:4)
La verdadera unción no se mide por lo bien escrito que esté un sermón, sino por lo vivo que está el predicador delante de Dios.
4. Un llamado a los predicadores de este tiempo
Usemos la tecnología como herramienta, no como inspiración.
La IA puede ayudarnos a escribir, pero solo el Espíritu puede ayudarnos a oír.
Un sermón sin oración es un discurso.
Un mensaje sin quebranto es una exposición.
Solo cuando el texto ha pasado primero por el fuego del corazón del predicador, el pueblo puede oír la voz de Dios y no solo la voz del hombre.
Predicar con IA puede sonar moderno;
predicar con el Espíritu sigue siendo eterno.
A manera de conclusión
El desafío no es solo evitar la herejía, sino también evitar la frialdad sintética de una palabra sin comunión.
Podemos usar herramientas digitales, pero nunca debemos permitir que una máquina reemplace la intimidad que se gana de rodillas.
Porque la IA puede escribir sermones,
pero solo el Espíritu Santo puede encender corazones.



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