“33 Y el rey se conmovió profundamente, y subió al aposento que había encima de la puerta y lloró. Y decía así mientras caminaba: ¡Hijo mío Absalón; hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera haber muerto yo en tu lugar! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!” 2 Samuel 18:33
Hace mas de 30 años, en el Parque Nacional del Pilanesberg de Suráfrica, los guardabosques comenzaron a encontrar cadáveres de rinocerontes blancos en peligro de extinción. En un principio pensaron que eran criminales cazadores, pero al verificar las escena de los crímenes, descubrieron que los rinocerontes habían sido asesinados de manera violenta, con profundas heridas punzantes, no tenían heridas de balas y sus valiosos cuernos estaban intactos. Así que decidieron ir mas profundo en la investigación. Colocaron cámaras de vigilancia y dieron con los asesinos. Era una pandilla de elefantes jóvenes que habían sido relocalizados del Parque Nacional de Kruger hacía unos pocos años. Estos se habían vuelto agresivos cazando a los rinocerontes y causándoles la muerte. Estos elefantes jóvenes estaban igualmente aterrorizando a otros animales en el parque y comenzaron a agredir a los turistas.
Los investigadores estudiaron el caso y llegaron a la conclusión de que la idea de transferir a estos jóvenes animales del Parque Nacional Kruger hacia al parque de Pilanesberg había sido un error. El asunto fue que los transfirieron porque el parque tenía muchos elefantes y era más práctico mudar a los jóvenes que a los adultos por razones logísticas. Fue así como los jóvenes fueron relocalizados “huérfanos” al Parque Nacional de Pilanesberg. La ausencia de elefantes adultos no le daba un modelo a seguir a estos elefantes jóvenes. El comportamiento, en el otro parque, de estos jóvenes era regulado por los adultos y les brindaba una línea de conducta evitando así que se descarriaran. Para arreglar el problema, los guardabosques llevaron al parque algunos elefantes adultos y desde que llegaron, ningún rinoceronte ha sido asesinado.
Lo anterior nos lleva al tema de hoy: David y Absalón. La Escrituras nos hablan de que David ganó muchas batallas. “Y el Señor daba la victoria a David dondequiera que iba.” (2 Samuel 8:14b.) Pero perdió las mas importantes batallas de su vida: las de su hogar. Una de ellas fue haber perdido el corazón de su hijo Absalón. Desde que David empezó a enfriarse y a alejarse de Dios, empezaron a suceder problemas en las relaciones entre sus hijos. Amnón, hijo mayor de David, se enamoró de su media hermana Tamar. Ella era hermana uterina de Absalón, hijo de David. Amnón terminó de forzar y violar a Tamar. Absalón se entera por boca de su hermana. David se entera del asunto y se enoja, pero guarda silencio. Pasan dos años y Absalón en vista de la falta de justicia por su hermana, termina matando a Amnón. Absalón estaba muy enojado y toma venganza por su hermana. David se entera y destierra a su hijo. Absalón ya estaba en huida. A los tres años, David es convencido de dejar volver a Absalón. Pero él había perdido el corazón de su hijo. Absalón sentía el rechazo de su padre y ese fue el carburante para iniciar una campaña de conspiración contra el rey. Absalón termina asesinado por los soldados de David en batalla contra su propio hijo. David llora a Absalón, su hijo. Ya era demasiado tarde.
Pero, y volviendo al Parque Nacional del Pilanesberg de Suráfrica, afortunadamente no fue tarde para salvar al resto de los rinocerontes blancos en extinción. El problema logró superarse con la presencia de elefantes grandes y adultos que pudieron regular el comportamiento de la manada de elefantes jóvenes. En el caso de David y sus hijos, fue su ausencia paternal, falta de autoridad, gracia y justicia, lo que llevaron a esas tragedias que seguían marcando el reino de Israel y dañando las emociones de su familia, en manos del liderazgo de este hombre que en otrora había vencido a Goliat.
Medita:
Toma tiempo para meditar en 2 Samuel, capítulos 13 al 18. En tu diario escribe tu respuesta a las siguientes preguntas: ¿Qué luchas en sus emociones tenían Amnón, Tamar y Absalón? ¿Con cuál personaje te identificas? ¿Por qué? ¿Te has encontrado en un drama parecido donde esperabas justicia, pero no llegó? ¿Cómo te sentiste? ¿Lo has podido superar o está guardado en el “cuarto de san alejo”? ¿En qué momento de tu vida tu crees que se perdió tu corazón? ¿Tus padres hicieron lo posible para ganarlo? ¿Crees que Dios puede hacerlo hoy?
Oración:
Toma lo que escribiste en la meditación. Acércate a Dios en actitud de adoración y coloca tus manos como si estuvieras entregando un regalo y dile “Te entrego Padre Dios mi corazón”. Deja que él sane esas heridas, esa rabia, ese odio, esa importancia al ver que no viste justicia por algo que pasó en la casa paternal, o tal vez en una relación personal, en tu trabajo, donde halla sido. Dios viene a ti y te dice como David le dijo a su hijo Salomón : “Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos.”(Proverbios 23:26). Dios Padre te ministra. Finaliza tu tiempo de oración en adoración y agradecimiento.
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